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domingo, 11 de marzo de 2012

HILVANANDO HISTORIAS



Cuando era niña observaba a mi padre trabajar con sus manos frágiles sobre diminutos relojes rotos, dedicaba toda su atención sobre esos artefactos que de manera extraña dictaminaban el paso de las horas.
¿Qué son las horas, los minutos, cómo ese objeto redondo y minúsculo parecido al caparazón de un caracol podía contener todo el tiempo del universo?
y además marcar el tiempo personal de cada uno de nosotros, lo cual me llevaba a pensar:
¿Qué cosa media el tiempo?, ¿existirá un tiempo diferente para cada uno de nosotros?
Mi padre siempre tenía una respuesta para mí, cada vez diferente, como si las agujas jamás pudieran hilvanar dos veces la misma hora.
¿Qué hay detrás de esas montañas? Le preguntaba siempre, mirando a través de la ventana que estaba detrás de mi padre y él, sin levantar la vista del reloj, como si este pudiera por arte de magia devolvernos o transportarnos a otro tiempo, me decía:
Detrás de esas montañas hay mucho mundo por ver, cuando tú seas grande y conozcas ese mundo me gustaría que recuerdes lo que un día te contaba tu padre.
Mi padre además de arreglar relojes reparaba las máquinas de coser y otros artefactos desvencijados que rondaban por el pueblo.
Cada vez que hoy coso pienso en las agujas de un reloj, los vestidos también miden el paso del tiempo.
Muchas historias contaron las agujas de esos relojes, muchas personas pasaron como las agujas de un reloj por la casa de mis padres. Si yo pudieran contarlas todas…hilvanando las historias, podría coser el vestido más largo del mundo.
Mi padre también me decía que hay un mundo diferente para las mujeres, que tuviera cuidado porque las mujeres eran a veces sombras que pasaban sin pena ni gloria y eso él no lo quería para su hija. Una mujer que viviera a la sombra y entre las sombras.
Yo tendría mi propio reloj y mi propio tiempo, yo sería en definitiva la arquitecta de mis propias horas.
Eso es lo que quería mi padre para mi. Y eso es lo que recuerdo.
Cada uno debería poder escribir su historia. Tener su propio diario. Cada noche escribiríamos lo ocurrido durante el día, de esta manera nuestros descendientes directos e indirectos, ( que también los tendremos) sabrán de dónde venimos y como fuimos, lo que hicimos con nuestras vidas, si amamos, si nos amaron, si quisimos o nos quisieron, de qué manera pasamos por este paraíso que poco a poco se convierte en cemento.

Yo quiero compartir con ustedes esas maravillosas palabras que me dijo mi padre mientras arreglaba pacientemente el tiempo de los otros.
Cada vez que hilvano los vestidos (que también son otra forma de medir el tiempo) pienso en mi padre, en la montaña que observaba alzarse detrás de él cuando me explicaba lo difícil que lo tienen las mujeres en esta vida.
Tanto que lo sé papa, me gustaría decirle. Pero luché con todas mis garras y me abrí camino entre todas las dificultades, construí mi propio tiempo y valió la pena:
Haber luchado para ser mujer